En Cinemateca 18 pasaron una muy buena película, Heart of a
dog, Corazón de un perro, de Laurie Anderson, una suerte de collage audiovisual
o un poema filosófico o una película casera sobre la vida íntima de Laurie y los neoyorkinos después del 11/9. Todo eso y algo más, que
sobrevuela y que se condensa muy al final, en los títulos (no se vayan hasta
que termine todo) y que es mejor no contar.
Trata sobre la muerte y la vida, o sobre un largo y vital
proceso de luto o de reconciliación con la vida. Me recordó a una película de
animación de Luis Eduardo Aute, Un perro llamado Dolor, no solo por el cariño y la constante
alusión a los perros, o por el señalamiento de la increíble pintura de Goya (en este
caso Laurie explora aquella sobre el perro), sino por el uso de animación para
dibujos en blanco y negro y la libre asociación de imágenes, en un mezcla
híbrida que ha sido vinculada con Chris Marker.
Perro Semihundido o El perro, de Goya |
La mente poética puede asociarlo todo: cuando habla del
New York post Torres Gemelas, describe la proliferación de cámaras y el
almacenamiento de datos personales que se realiza en EE. UU., y que
-supuestamente- solo se usa cuando hay un crimen, para reconstruir los pasos
previos del criminal. Agrega Laurie Anderson: "porque, como dijo
Kierkegaard: “La vida tan sólo pude ser entendida mirando hacia atrás; aunque
debe de ser vivida mirando hacia delante”.
El libro tibetano de los Muertos, el proceso de
reconciliación que debemos llevar ineluctablemente con los muertos (y ellos con
nosotros), lo que puede significar la compañía y la comunicación con un perro,
el terror que nos inspira la muerte cuando no la pensamos, son solo algunos
tímidos apuntes sobre esta película que, al igual que la mencionada de Aute,
destaca por su instransferible sello personal. Laurie Anderson consigue tal clima de
intimidad que en algunos momentos uno puede llegar a creer -al menos yo lo creí- que
la película está hecha solamente por ella .