1. Técnicas de
escritura. Arte poética.
¿Qué papel le adjudicás en la escritura
literaria a las técnicas? ¿Y al argumento?
En mi opinión, lo
principal, casi diría lo único que importa en literatura es escribir con la
mayor libertad posible. En todo caso podés usar técnicas para corregir, pero
jamás para escribir. Aunque en realidad siempre se usan técnicas, pero son
técnicas propias que uno va descubriendo, o creando mientras escribe. Si usás
técnicas aprendidas, son aprendidas de otros; así nunca escribirás con tu
estilo personal, es decir, no se te reconocerá, por mejor escrito que esté el
texto.
Cuando el autor sabe
demasiado sobre el argumento, a veces se apura a contarlo, y la literatura va
quedando por el camino. La literatura propiamente dicha es imagen. No quiero
decir que haya que evitar cavilaciones y filosofías, y etcétera, pero eso no es
lo esencial de la literatura. Una novela, o cualquier texto, puede conciliar
varios usos de la palabra. Pero si vamos a la esencia, aquello que encanta y
engancha al lector y lo mantiene leyendo, es el argumento contado a través de
imágenes. Desde luego, con estilo, pero siempre conectado con tu imaginación.
En ese énfasis por la imagen ¿no hay riesgo de caer en una
suerte de “descripcionismo”, de que sólo prime la imagen?
Yo no creo haber
hablado de descripciones; suelen aburrirme mortalmente. Hablé de imágenes, y
las imágenes no se contraponen a la acción, sino que la cuentan de la mejor
manera. No es lo mismo decir: le dio tremenda trompada, que decir: el puño
chocó contra la carne blanda y la aplastó hasta que se oyó el crujir del hueso.
Tampoco dije que un
relato deba consistir exclusivamente en imágenes, sino que eso es la esencia;
pero a menudo la esencia pura es desagradable, como por ejemplo la vainilla. Si
la mezclás en un refresco pasa mucho mejor. Hago hincapié en las imágenes
porque es la gran falla de nuestra literatura; todos somos retóricos, todos
cantamos la justa, todos sabemos cómo arreglar los males del país, todos
estamos deseosos de mostrar nuestra visión del mundo, todos queremos volcar
nuestros sentimientos (oh, las mujeres que escriben poemas llenos de
abstracciones: estoy triste, qué mal me siento, el mundo es terrible). Desde el
punto de vista literario no dicen nada, pero nada; el lector simplemente se
paspa. Mientras tanto, la literatura queda por el camino; el lector se distrae,
y la literatura nacional adelgaza y muere.
Si agarrás a los
grandes, por ejemplo a Felisberto, recordarás sin duda cuando le levantaba las
polleras a los muebles, o a la vieja que tomaba mate metiendo la bombilla por
un agujero del tul. Son imágenes. Andá al capítulo cuarto de La vida breve de Onetti, se llama “Naturaleza
Muerta”, es cien por ciento descriptivo y uno de los fragmentos más
notables de nuestra literatura. Sin acción ni personajes ni invención; sólo
imágenes.
¿Cómo lograr el balance adecuado entre imágenes y
descripciones para que no entorpezcan el
desarrollo de la trama?
Es fácil, tenés que
pensar –al corregir, no al escribir; cuando se escribe hay que soltarse, sin
nada que inhiba la escritura–, si tal descripción es necesaria para la acción
que estás narrando. Eso te dará el lugar adecuado. Luego pensá si no han pasado
demasiadas descripciones sin nada de acción y ahí tenés la proporción acertada.
Al leer un texto tuyo después de un tiempo (nunca antes de, digamos, un mes),
si hay excesos de descripción lo notás en seguida porque te aburrís.
¿Cuándo considerás que un relato no es verosímil?
Cuando no está bien
resuelto. Ambas expresiones ‑verosímil y “bien resuelto”‑ son casi sinónimos.
Cuando digo que algo no es verosímil, quiero decir que como lector no lo creo.
Y te aseguro que soy muy crédulo cuando la realización me encanta (me
hipnotiza, quiero decir). El texto ideal sería aquél en el cual el lector
pierde de vista el hecho de que está leyendo, y cree que esas cosas que se
transmiten a su cerebro están sucediendo realmente. En ese sentido, puede haber
extraterrestres y fantasmas y enanos multicolores, siempre que el lector crea
en ellos en ese momento porque el autor lo engatusó. La verosimilitud,
entonces, significa en este contexto "engatusamiento".
Mi taller apunta a poner la imaginación no en inventar, que eso
no es esencial en la literatura, sino en expresar por medio de palabras
imágenes vividas interiormente, "vistas" en la mente.
¿Cómo elaborás el inicio de los textos? A veces parece difícil lograr
un buen principio que “enganche” al lector y que sea coherente con la obra...
No sé porqué, pero
casi siempre tengo que rehacer los comienzos de mis cuentos. Es posible que al
comenzar algo, uno arrastre de cosas anteriores el estilo o el modo de decir, y
resulta que cada relato tiene su propio estilo; es un bloque, va junto con el
argumento y todo lo demás. Pero uno trata de hacer lo que sabe, o lo que le
salió bien la vez anterior, y arranca con eso. Después uno va chocando contra
el cuento existente, a medida que lo va descubriendo y sacando a luz, y ahí
empieza a ajustarse, a escuchar mejor lo que tiene adentro.
¿Qué es eso de que “cada relato es un bloque, tiene su
propio estilo”? Me hace acordar a aquello que decía Miguel Angel de que él sólo
se limitaba a sacar el mármol que le sobraba al bloque.
Vos sabés que la
percepción no es objetiva ni mecánica; cuando yo miro algo, estoy proyectando
mucho de mí, o todo, sobre el objeto. Al mismo bloque de mármol Miguel Ángel le
sacaría ciertas cosas, yo otras, vos otras distintas. El diálogo que uno
entabla con el objeto no es diálogo, sino monólogo narcisista. Creo que si lo
pensás es muy fácil de entender. Cualquier cosa que vayas a narrar la estás
rescatando de esa forma de percibir(se). Y ahí es donde aparece el estilo personal;
por eso insisto en encarar a los alumnos de mi taller con ellos mismos, a que
experimenten con la percepción.
¿Querés decir que alguien puede
en un texto ser barroco y en el siguiente clásico? (esta pregunta, algo retórica,
puede reformularse sustituyendo la palabra "clásico" por: panfleto,
literatura "comprometida", serie negra, cuento infantil).
Ahí estás mezclando lo que es el estilo personal con formas del estilo
que toma cierta obra y con contenidos que nada tienen que ver con el estilo.
Por ejemplo, un panfleto tiene un molde prefijado, y los estilos personales
poco pueden evadirse del molde y dejar una huella estética. En la literatura
"comprometida" por lo general la literatura está ausente; hay que tener
un espíritu enorme para imponerse a los dictados de una ideología, o de una
percepción formada por una ideología. Algunos lo han conseguido, creo, pero no
estoy seguro.
¿Cuándo y cómo te das cuenta de que un estilo es el
apropiado, el que te pide el tema?
En mis cosas, me doy
cuenta cuando no me siento con el estado mágico de la escritura inspirada. No
me divierto, no sufro, no estoy metido por completo en el texto. Esto me pasa
cuando escribo regularmente por necesidad económica. Uso un oficio, uso algo de
inspiración, pero me doy cuenta de que eso que aparece ahí no es
"nuevo".
En los textos ajenos
me doy cuenta porque me pasa casi lo mismo; la lectura me puede entretener,
pero no deslumbrar. Y lo ves en la facilidad con que vas prediciendo lo que va
a venir, porque todo tiende a encajar en un molde. El texto no es una cosa
viva.
Lo último que leí que
me produjo una impresión tremenda, pero tremenda, como pocas cosas en los
últimos años, es Franny y Zooey, un libro de Salinger. Ahí ves
claramente lo que es un texto vivo, un texto inspirado, a pesar de un comienzo
convencional y que tropieza un poco, no sé si por la traducción.
¿Cómo corregir, pulir y aún rehacer un texto sin
perder el entusiasmo en el proceso?
Bueno, son tres cosas
distintas. En general, hay algo común a los tres procesos: conviene dejar pasar
un tiempo (pueden ser días, semanas o meses, depende de cada uno) para crear
distancia con el texto y leer lo que está escrito y no lo que uno tiene en la
mente.
Cuando uno está todavía bajo la sugestión de la creatividad, no ve el
texto como es, sino como lo tiene en la mente, y le suele parecer perfecto. Se
trata de verlo como quien mira una fotografía de sí mismo, que siempre
impresiona peor que mirarse al espejo, porque en el espejo uno crea su imagen;
en la foto no. Veamos:
Corrección: esto es
ni más ni menos un trabajo técnico, que puede ser divertido o no, según el
talante de cada cual. Pero es más bien mecánico: leer el texto buscando rimas,
repeticiones enojosas, cacofonías, erratas y cosas así.
Pulido: hay que leer el texto en un estado muy
atento, viendo si en algún momento hay algún factor de pertubación en la
lectura, algo que, aunque no se pueda identificar la causa concreta, uno
"siente" que no está bien, algo por lo cual uno preferiría pasar
rapidito. Subrayar eso y seguir, hasta el final. Después buscarle la vuelta a
cada caso particular, tratar de desentrañar por qué eso no suena bien. A veces
se trata de su relación con lo que se venía diciendo (salta alguna
incongruencia, alguna repetición de palabra, etc.) y a veces es algo propio de
ese fragmento. A veces ayuda preguntarle a otro.
"Refacción",
si cabe el término: hay que quitar limpiamente el fragmento que no marcha, y
tratar de hacerlo de vuelta buscando un clima similar al del momento de la
creación. Situarse en la escena y no conservar nada del texto descartado. Por
más lindo que parezca en alguna parte, hacerlo todo de vuelta como si fuera por
primera vez, visualizando nuevamente la escena, la imagen que lo originó. Lo
mismo para agregar algo, al principio, en el medio o al final de un texto.
Visualizar siempre la escena antes de escribir.
Hay veces en que basta
cambiar de lugar el fragmento eliminado, sobre todo en una novela, pero no hay
que contar mucho con eso.
¿Hasta cuándo corregir, rehacer,
pulir?
Bueno, hasta que te
deje razonablemente satisfecho. Hasta que sientas que se puede publicar. Yo
siempre recurro a algún lector amigo, que me merezca confianza, para que lea y
opine. A veces un lector común, mientras sea buen lector, te dice cosas
acertadísimas; a menudo les hago caso. Por norma nunca publico nada que no
hayan visto otros ojos que no sean los míos.
¿Qué pasa si en el proceso de
corrección perdés el entusiasmo, si el texto ya no te causa sensaciones
placenteras o positivas de ningún tipo?
A veces los textos
descansan por años... Habitualmente, semanas o meses. Las cosas breves y
escritas como trabajo, como las Irrupciones (Nota: columna semanal que
Levrero escribió durante años en Insomnia, el suplemento cultural de la revista
Postdata), de todos modos las voy acumulando en borrador y
revisando cada tanto; cuanto más tiempo pasa entre la escritura y la
corrección, tanto más fácil es la corrección. Y no hay nada como la
publicación, o mejor dicho, la inminencia de publicación: cuando estoy por
enviar un texto, le doy un vistazo, y es seguro que cambio bien a último
momento tres o cuatro cosas que estaban realmente mal. No sé si le pasará a otros,
pero siempre trabajo para mí y con la mente puesta en alguien que lo vaya a
leer (el amigo lector, mi mujer, quien tenga a mano); recién tomo consciencia
de que va a haber lectores desconocidos cuando estoy por mandarlo, y ahí
funciona la adrenalina, y las macanas saltan por sí solas.
Para la corrección
funciona otra forma de inspiración, otra parte del cerebro. Desde luego no
produce lo mismo que escribir, pero a mí me resulta un ejercicio atractivo.
También se puede no corregir; muchos no lo hacen. Después de todo no es un
pecado que un texto no sea perfecto.
La lectura en voz alta ¿aclara fallos en la redacción?
García Márquez dijo que "escribir es el arte de respirar", de
acompasar la respiración al texto.
Sí. Y mejor aún si te grabás y después lo oís mientras leés el texto.
También hay programas que te leen el texto en la computadora. Aun los mejores
no distinguen muy bien entre coma y punto y coma, pero te ayuda a percibir cómo
lo leería alguien totalmente ajeno. Ayuda especialmente a calibrar las pausas.
Pero insisto en no hacer correcciones importantes antes de que el relato tenga
unas semanas o meses de "cajón".
¿Puede el argumento, por ejemplo,
salir de una simple asociación de ideas, de un disparate intelectual?
Tenés que sacarte de la cabeza la
idea de que se escribe a partir de la palabra, y sobre todo a partir de la
invención (intelectual). Se escribe a partir de vivencias, que sólo pueden
traducirse mediante imágenes.
¿Qué diferencia establecés entre
imaginar e inventar?
En mi sistema de categorías, la imaginación
fabrica imágenes constantemente en base a recuerdos: exige más coherencia y da
anécdotas mas verosímiles; no inventa nada por sí sola. En cambio la invención
conecta algunos cables intelectualmente y no se preocupa de la verosimilitud,
sino que se conforma con narrar como se pueda el argumento inventado. Tampoco
da un estilo personal: con la literatura tiene un parentesco medio lejano. A
esos críticos que se entusiasman con un relato de ese tipo, donde prima el
ingenio, habría que preguntarles qué les pasa si lo leen por segunda vez, por
tercera vez, por cuarta... El buen lector vuelve a leer lo que le gustó y lo
disfruta más en las sucesivas lecturas, ya libre de la cosa del ingenio y de
los golpes de efecto. A mí me pasa también con el cine; me gustaría no ver una
película por primera vez. Recién empiezo a disfrutar a partir de la segunda.
¿Cuál es tu criterio para titular
un texto?
Siempre uso el mismo
sistema: una vez terminado el texto, empiezo a leerlo, seguido o salteado,
buscando algo que me resuene. Y siempre encuentro el título; en mi caso, está
siempre en el texto. Aunque a veces me hago el vivo; pero en general busco que
sea más bien simple y que yo mismo pueda asociarlo fácilmente con el texto.
Me
gustaría que opinaras sobre el uso de paréntesis y guiones (¿será signo de
inseguridad?). Según algunos, dificultan la lectura.
Sí, dificultan la lectura. La observación es válida sobre todo para
el periodismo, que necesita un estilo
que facilite las cosas al lector. En
literatura, facilitar las cosas al lector no es más importante que
expresar con la mayor exactitud posible
lo que el autor quiere decir, y a menudo hacen falta paréntesis y guiones.
Algunos, como Faulkner, usan esos
paréntesis que abarcan varias páginas.
¿Qué hay con ciertas reglas del
"escribir bien"? Cosas como evitar los adverbios terminados en -mente
o no repetir palabras...
No se trata tanto de
evitar los adverbios sino de no abusar. Forman palabras muy largas, pesadas, y
si te encontrás dos o tres en una misma frase suena realmente
desagradablemente, verdaderamente realmente desagradablemente.
También suelen formar
rimas con demasiada facilidad, y la rima en la prosa me hace saltar, si es que
es rima. Porque se pueden usar palabras consonantes entre sí sin que formen
necesariamente rima; el problema es cuando la consonancia se subraya con alguna
puntuación o una forma de ubicación en la frase que lo hace aparecer como un
versito; es un problema de métrica + rima. Por otra parte, a veces acumulo esos
adverbios a propósito, uno tras otro, para dar énfasis (o por capricho). En El
alma de Gardel, por ejemplo, el lector de la editorial me hizo notar una frase
cargada de adverbios en "mente", pero la mantuve porque era a
propósito; para mi gusto ahí están distribuidos de tal forma que no pesan.
Con respecto a eso de
“no repetir palabras”, hay que desconfiar del uso de sinónimos.
Cuando encuentro en un texto (a veces incluso en uno
mío) un "éste" que sustituye un nombre dicho un poco antes, clavado
que se trata de una frase que podría haberse escrito mejor. Si
vengo diciendo "casa", y "casa", y "casa" y de
repente digo "morada" sin nada que lo justifique, me parece de
décima. Yo a veces he abusado un poco de las repeticiones, conscientemente,
pero cuando no es así, y las detecto durante la corrección, en lugar de
sustituir la palabra trato de reorganizar toda la frase, o todo el párrafo.
Eso si me molesta, si
resulta chocante al oído (porque el lector oye el texto), y sobre todo si se
nota que está ahí por torpeza y no en forma deliberada. A veces simplemente se
puede eliminar la palabra repetida porque es innecesaria. Pero el uso de
sinónimos para ocultar la falta de elaboración es la máxima torpeza.
Y al escribir, ¿les prestás atención a todo eso, son
cosas importantes?
Al escribir, nada, sólo
escribir, no pensar ni controlar –salvo ese foco de atención crítica para que
el inconsciente no te lleve al carajo, pero lateral, como distante, y con mucha
cancha para hacer la vista gorda y no trabar la escritura cuando viene fluida.
Ser escritor no significa escribir bien (hay quienes escriben mal, como
Roberto Arlt, o con un lenguaje poco literario, como Kafka, y sin embargo son
grandes escritores), sino estar dispuesto a lidiar durante toda la vida con tus
demonios interiores. Y esa lucha no puede ni debe ser impuesta desde afuera,
sino que forma parte de la búsqueda o el encuentro personal de cada uno.
Por otra parte, sólo
son opiniones mías; no es palabra de Dios; lo mejor es usar tu propio criterio.