Norman (2016): moviendo la estantería




Algunos afirman que en la película Norman (2016) Richard Gere hace la mejor actuación de su larga carrera; la afirmación tal vez sea un poco exagerada pero tiene base real, porque por primera vez en muchos años el actor encarna un personaje que no es un hombre poderoso, sino todo lo contrario.


Se trata de un don Nadie llamado, precisamente, Norman, que cuenta como únicas armas con su (agotadora) labia imparable y con una sonrisa permanente como signo de un temperamento optimista, blindado ante las múltiples desgracias que le impone la realidad, que por momentos parece bordear la locura. Su arte es el de lobbista y su único objetivo, intentar conseguir "conexiones" entre personalidades de las altas esferas para así poder "morder" una comisión si alguno de estos mandamases llega a cerrar algún negocio. Pero las altas esferas son, por definición, altas, muy altas. Y en un capitalismo globalizado, agresivo y financiero, el mundo de los ejecutivos se estructura en una escala jeráquica férreamente establecida; las oportunidades de colarse en el Círculo del Poder, por decirlo a la manera de Norman, con alegría, son muy remotas. Y aunque él se obstine en negarla, su desesperación crece en la misma medida de sus fracasos. Cuando un sobrino encumbrado le dice que su caso tiene pocas chances y le recuerdan a las que tiene un náufrago que flota en el medio del océano para intentar subir a un trasatlántico, el bueno de Norman atina a responder: "Pero soy un buen nadador. Mantengo la cabeza afuera".
Ya está en la tercera edad y su ropa ya no es de primera categoría, pero se tiene fe. Una fe irracional y desesperada en sí mismo que pronto se verá recompensada. Como muy bien sabía Pedro Navaja, "la vida te da sorpresas" y de pronto un joven y oscuro político israelí al que Norman ayuda en un momento de debilidad asciende, por avatares de la política, al cargo de Primer Ministro. La entrada al Círculo del Poder parece asegurada, y lo es: por fin, a una edad en que parecía imposible, el ascenso del viejo Norman se produce pero...
Con una anécdota lineal el cineasta israelí Joseph Cedar traza un panorama de lo que significa en la actualidad el progresivo e imparable proceso de concentración de poder, donde todas las áreas parecen estar conectadas y manejadas cada vez por menos manos: finanzas, política, periodismo, corporaciones, procesos de paz, oleoductos... Frente a esta realidad la sociedad y el mundo político desarrolla mecanismos para detectar y frenar la corrupción, donde todo está rígidamente reglamentado y perseguido, desde un obsequio personal hasta el manejo de información privilegiada en la Bolsa.
El caso del vicepresidente uruguayo, Raúl Sendic, que debió renunciar a su cargo por comprarse regalos con una tarjeta corporativa estatal, aparece con fuerza. Si usted cree que no hay diferencia entre la corrupción sistemática, la viveza criolla, una falta ética o un momento de debilidad consumista, no mire esta película: su tesis es que esta gama de faltas y delitos es un esquema que solo en los papeles parece claro. Como ocurre siempre con el arte –aunque el de Norman sea un arte menor– su objetivo es mover estanterías que se creían sólidas. (07/10)



La película ganó el  National Board of Review (NBR) 2017 a las Mejores películas independientes del año.

Norman (2016). 117 m. Título original: Norman: The Moderate Rise and Tragic Fall of a New York Fixer. Reparto: Richard Gere, Lior Ashkenazi, Michael Sheen, Charlotte Gainsbourg, Dan Stevens, Steve Buscemi, Jonathan Avigdori, Yehuda Almagor, Caitlin O'Connell, Hank Azaria,
Director: Joseph Cedar. Guión: Joseph Cedar. Productores: Oren Moverman, Miranda Bailey, Lawrence Inglee, Gideon Tadmor, Eyal Rimmon.